viernes, 18 de enero de 2008

Por fin,... ¡campaña electoral!.

Hay periodos raros en nuestra vida: la Semana Santa, la Navidad, las rebajas,... pero la época más curiosa es la preelectoral.

De pequeño era una época aburrida porque cambiaban la programación de la tele, quitaban las pelis de la noche para poner debates y los telediarios se volvían incomprensibles, ya no había violencia en el mundo, ya no se veían cadáveres tirados en una selva, ahora sólo salían señores hablando detrás de un atril, primero uno, luego otro, luego otro,... y lo único que cambiaba era el color del atril.

En cuanto comprendí que lo importante no era el color del atril, la cosa empezó a mejorar, estaba claro, lo importante era la mano, dependiendo de si te gustaba más levantar la mano izquierda o la derecha. Pero me duró poco, porque enseguida se dejó de llevar lo de levantar la mano. Una pena porque a mí me parecía muy patriótico y le daba un ambiente muy armónico.

Aunque la cosa mejoró porque como no sabían qué hacer con la mano, la gente empezó a llevar banderas. Y volví a cambiar de opinión, ya no importaba la mano con que levantaras la bandera, lo importante era el color de la bandera, que por supuesto iba a juego con el del atril. Y el color del atril volvió a cobrar importancia. Con el paso de los años las banderas se iban multiplicando, pero se hacían cada vez más chicas. A mí me seguía pareciendo más simpático lo de las bufandas de los estadios de fútbol, pero quién era yo para opinar.

Ahora la cosa ha mejorado mucho, aunque las banderas sean pequeñas, al menos ahora se ven muchas caras guapas en los mítines. Antes era imposible porque todos los asistentes estaban delante del que hablaba y sólo les veías las coronillas, pero ahora ponen asientos también detrás, aunque yo sigo sin entender qué gracia tiene ir a un mitin para ver la espalda de tu ídolo. Pero debe ser que a estas alturas aún no comprendo bien de qué va todo esto, porque esos asientos son precisamente los que primero se ocupan, y siempre por gente joven, será que son tan codiciados que sólo los más atléticos y veloces pueden llegar a tiempo.

Desde que entré en mi nueva empresa veo las campañas desde otro punto de vista muy diferente y eso es porque esta empresa trabaja muchas veces para los ayuntamientos. En general todas las obras tienen un plazo de finalización difícil de cumplir, que se suele rebasar a menudo, pero existe un plazo de finalización muy definido para todos los trabajos de los ayuntamientos y ese es la campaña electoral. Da igual que el polideportivo esté sin sanitarios o sin agua corriente, lo importante es que la fachada esté impoluta para el mes de campaña. El dinero de la ejecución de las obras, que suele no aparecer a la hora de cobrales mes a mes, surge de debajo de las piedras cuando la obra está por terminar y se acercan las elecciones.

Otra cosa que ha ido cambiando a lo largo del tiempo es que antes, por regla general, la gente que estaba contratada en la obra del ayuntamiento conservaba su puesto en otras obras una vez terminada esta, luego se pasó a despedir a los trabajadores al finalizar la obra (sanitarios incluidos), y hoy por hoy hay más de una obra que se queda tal como esté el día 31 del mes de las elecciones, porque al día siguiente está todo el mundo en el paro.

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