martes, 22 de mayo de 2007

lo bonito de ser papá. Cap 1: el embarazo y parto


He querido hacer entrada para acabar con algunos malentendidos sobre mi humilde persona, y ya que últimamente parece que mis aportaciones al diario común están llenas de nostalgias, lloriqueos, achaques y destemplanzas, os ofrezco un remansito de paz y de alegría (a la par que acongoje).
Hay una opinión comunmente aceptada de que la paternidad (lo siento, no puedo hablar de la maternidad) no se da de facto hasta que no tienes al nenito en brazos en la sala de paritorios del hospital. Incluso hay quien opina que no se es papá de verdad hasta que el nene no dice "papa". Para mi entender, ambas opiniones son erróneas. Uno se embaraza con su mujer, incluso llega a aguantar el peso de la panza igual que ella (algunos literalmente), nota las patadas, movimientos, empujones,... (esas noches espalda contra panza), y hay documentados casos de embarazos masculinos, de contraciones sufridas al unísono entre ambos progenitores e incluso en rotura de aguas en algún papá mostachudo. La forma de algunos de sentirnos un poco más partícipes es leer algún libro, el documental de Nacional Geografic, y diagnosticar algunos síntomas de acuerdo al mes del embarazo (que nunca coincide con las semanas, ¿un mes no tenía 4 semanas)
Además, está el sufrimiento del parto, que en el caso del hombre (más resistente al dolor) (¿sí?) se agrava por el hecho de la incertidumbre, la incapacidad, el desconocimiento y la impotencia de qué hacer cuando no tienes ni idea de cómo ayudar (y no, no valen las leyendas urbanas de agarrar de la mano, soplar,... es un momento de inutilidad absoluta), a lo que sumamos los tiempos muertos en la sala de espera sin saber dónde anda la madre de la criatura, a la que según los protocolos hospitalarios le mola estar unas cuantas horas sola dilatando.
Y todo esto se agrava cuando ya tienes entre los brazos un enano/a al que no sabes cómo sujetar, sucio, incluso con la cabeza deforme, ensangrentado, mientras recibes unas calurosas felicitaciones, llamadas por teléfono y demás (de las que luego no te acuerdas) y a partir de ese momento dejas de existir. El padre se convierte en un ser accesorio en el parto, nadie te pregunta si estás cansado (a mi también me dolía), cómo estás, qué necesitas. Aparece una cohorte de madres, suegras, hermanas, primas, tías, abuelas y amigas muy listas que deciden por tí los siguientes pasos a dar, y tú, para sentirte útil, intentas opinar sobre lo poco que recuerdas de lo que has leído, utilizando palabras hasta poco antes inexistentes en tu diccionario (meconio, calostros), términos que provocan entre las madres de generaciones anteriores miradas de piedad, de "pobrecito este lo que dice", siempre teniendo muy claro que "lo que se hacía antes era lo bueno", "si siempre se ha hecho así".
El siguiente paso es el de los parecidos. Es increible la capacidad de algunas señoras (sobre todo) de sacerle al bichito ensangrentado antes descrito cualquier parecido con lo presentes, normalmente con los padres, aunque hay quien se atreve con los familiares de segundo grado o superior. En ese moment piensas: "yo no le veo parecido a nadie conocido", pero te lo callas por que si no diseccionan al bebé para demostrartelo: los ojos tuyos, las orejas de mamá, la boca del tito y la nariz de la abuela. Mentiras, todo mentiras.
Llegado este momento, alguien te recuerda que hay una serie de papeleos que hay que hacer, bastante rápido por cierto, porque hay que inscribir al niño (como si fuera una patente) y declararlo español a todos los sentidos. En ese momento ves por fín una labor a realizar, y te llenas de orgullo, sin saber que los papeleos son tan aburridos y tan pesados como los de la renta, y que a ellos deberás añadirle los caprichos (aunque se les llama comúnmente deseos) de la mamá (y de la cohorte de féminas anteriormente descrita) : traeme esto, lleva aquello, acercate a tal y cual, lo que, unido a que en el hospital no te dejan estar más de unas horas al día, hace que todavía no te enteres de que has sido papá.
En cuanto pueda seguiré el siguiente capítulo: los primeros días. Espero vuestras aportaciones.

jueves, 17 de mayo de 2007

ME NIEGO A RESIGNARME

Sí, me niego, me niego a considerarme mayor, viejo, vetusto, arcaico. LLevo unos días leyendo por parte de mis muy estimado camaradas de viaje cierto regusto de pesimismo, como si el paso del tiempo nos supusiera una losa que hace que nuestros hombros estén día a día más cargados, cual si fueramos el mismisimo Atlas soportando sobre nuestras espaldal el peso del mundo.

Ayer, mientras estaba a lomos de mi corcel y me dirigía a la justa futbolística semanal, el único pensamiento que se me venía a mi mente eran los insoportables dolores musculares que tendría hoy, y que, en efecto y por desgracia, se han hecho realidad.

Acabamos de llegar a la treintena y ya nos consideramos muy mayores para según que cosas, vale en la mayoría de los casos nos hemos impuesto, por gusto siempre, responsabilidades que nos hacen sentir mayores, pero, si bien es cierto que nuestra vida ha cambiado, algunos os debéis a vuestros vastagos, mientras otros esperamos debernos en breve, todo eso no debe hacernos sentir mayores, responsables, desde luego, pero no mayores. Todo es una ilusión, nos creemos mayores, cansados, de vuelta de todo, pero nos queda un viaje fantastico por delante, miles de historias, aventuras, penas y, sí, muchas alegrías.

Ya tendremos tiempo de lamentarnos cuando nuestros cansados cuerpos busquen la ayuda de cualquier tipo de báculo. Con la esperanza de vida actual, aún no hemos llegado ni a la mitad de lo que nos queda de vida. Hagamos que nuestros hijos no vean en nosotros unos abuelos de 40 años, reivindiquemos nuestra "juventud".

¿Nunca os ha indignado que se diga de tal o cual jugador de futbol que es mayor con treinta y pocos años? A mi, particularmente sí, no sé vosotros.

P.D, ¡Joé, lo que me duele to el cuerpo!

lunes, 14 de mayo de 2007

Hoy es mi cumpleaños!!!


Sí, hoy he recibido ya las felicitaciones de los hermanos de la abadía, y terminando maitines, he tenido un momento de reposo para recostarme en mi mismo y pensar en el camino recorrido. Y no sólo el camino andado, sino los atajos que en multitud de veces escogí, los desvíos en los que me extravié y las intersecciones llenas de dudas, con una opción elegida sobre las demás, con todos sus pros y contras.
En el primer cumpleaños del que tengo recuerdos, no recuerdo nada. Supongo que sería algo muy feliz, familiar, con juguetes, con mis hermanos, padres y algún vecino despistado. Esa sería la constante de los siguientes cumpleaños, todo muy tradicional, con tarta, velas, con un número de regalos que iría en aumento conforme los hermanos aportaban el suyo, aunque descendiera la virtud de ocio de los mismos favoreciendo la practicidad y lo necesario. Ya se sabe, uno se encuentra un poco más viejo y más adulto cuando ocurren dos hechos: por una parte, cuando tus padres te preguntan "qué necesitas" (no qué quieres), y luego cuando aparecen con un jersey, una camisa, zapatos o cualquier otra prenda de vestir, con el agravante de que no es algo que te guste, sino que en realidad es para "arreglarse", lo que suele ser sinónimo de incomodidad, de ir a misa o similar.
Llegados a este punto, uno empieza a desear los regalos de los amigos, caracterizados más por el sentido del humor (cuando no la mala leche) o las modas (ese disco, ese libro) que por el precio, que suele ser proporcional al humor con el que se hacen, ya se sabe, cuanto más "graciosos" más baratos (esos peines,...).
La situación está entrando en un impass del que sólo se sale cuando estás con una chica (años anteriores al seminario, claro), que se esfuerza (incluso sin escatimar en el precio, algo siempre loable) por sorprender, agradar y enamorar con sus regalos. Esta fue una etapa llena de alegrías, en la que se compensaba la practicidad del regalo paterno con el cachondeo de los amigos y el detalle de la chica. Incluso, en años buenos, se añadían algún emolumento dinetario de algún otro familiar que inmediatamente se reinvertía en comprarse uno lo que realmente quería, que normalmente no era nada de lo anterior, además de convidar a los simpáticos amigos a una cerveza en un bar, con tapa incluida, aunque siempre esteba el que prefería invitar cuando menos gente hubiera, a un café,....
Y sin darse uno cuenta, se encuentra con que su cumpleaños deja de tener importancia en comparación con otros eventos más cercanos. Ya no se busca una cochera o un bajo para reunir a los amigos, ahora es más fácil un bar con sus raciones, los amigos no se ponen de acuerdo para los regalos porque demasiado es si nos vemos, la familia sigue regalando lo que necesitas, ahora con menos atino que nunca, y de la misma opinión es la señora de cada cual, que ha dejado el romanticismo por lo útil y necesario ("sabía que te hacía falta"), incluso cayendo en la misma idea de que la ropa que te regalan es para "arreglarte" (tenemos que volver a misa).
Menos mal que, por lo menos en mi caso, seguimos manteniendo la tarta y las velas (espero), que siguen ilusionando a este inmaduro (aunque ahora es mi hijo el que las apaga), y, gracias a Dios, uno puede reflejar en su niño (pronto dos) la infantilidad de los actos que ya no le dejan hacer. Espero que el nene crezca despacio, que disfrute todo el proceso tanto como yo, y que sus padres no tengan la necesidad de regalarle nunca lo útil, aunque con la carestía del monasterio, no sé, no sé.

jueves, 3 de mayo de 2007

EL CONSULTORIO DEL ZORRO



ESTE CONSULTORIO ES PARA QUE ME PREGUNTEIS SOBRE LAS DUDAS QUE TENGAIS SOBRE CHOTAS ,CHOTILLAS Y SIMILARES. CUENTAME TE ESTOY ESPERANDO.SE INTENTARA RESPONDER CON LA MAYOR BREVEDAD POSIBLE(DEPENDE DEL TIEMPO QUE ME DEJE EL ZORRILLO JE ).DEJA TUS OPINIONES Y GRACIAS DE ANTEMANO POR CONFIARME VUESTRAS DUDAS.
(EL AUTOR NO SE RESPONSABILIZA DE LAS POSIBLES RESPUESTAS,SI SON DEL AGRADO DE VUESTRAS MERCEDES BIEN Y SINO TAMBIEN,ESO ES LO QUE HAY ,POR ESO EL TEMA ES MIO.HE DICHO.)