Sí, hoy he recibido ya las felicitaciones de los hermanos de la abadía, y terminando maitines, he tenido un momento de reposo para recostarme en mi mismo y pensar en el camino recorrido. Y no sólo el camino andado, sino los atajos que en multitud de veces escogí, los desvíos en los que me extravié y las intersecciones llenas de dudas, con una opción elegida sobre las demás, con todos sus pros y contras.
En el primer cumpleaños del que tengo recuerdos, no recuerdo nada. Supongo que sería algo muy feliz, familiar, con juguetes, con mis hermanos, padres y algún vecino despistado. Esa sería la constante de los siguientes cumpleaños, todo muy tradicional, con tarta, velas, con un número de regalos que iría en aumento conforme los hermanos aportaban el suyo, aunque descendiera la virtud de ocio de los mismos favoreciendo la practicidad y lo necesario. Ya se sabe, uno se encuentra un poco más viejo y más adulto cuando ocurren dos hechos: por una parte, cuando tus padres te preguntan "qué necesitas" (no qué quieres), y luego cuando aparecen con un jersey, una camisa, zapatos o cualquier otra prenda de vestir, con el agravante de que no es algo que te guste, sino que en realidad es para "arreglarse", lo que suele ser sinónimo de incomodidad, de ir a misa o similar.
Llegados a este punto, uno empieza a desear los regalos de los amigos, caracterizados más por el sentido del humor (cuando no la mala leche) o las modas (ese disco, ese libro) que por el precio, que suele ser proporcional al humor con el que se hacen, ya se sabe, cuanto más "graciosos" más baratos (esos peines,...).
La situación está entrando en un impass del que sólo se sale cuando estás con una chica (años anteriores al seminario, claro), que se esfuerza (incluso sin escatimar en el precio, algo siempre loable) por sorprender, agradar y enamorar con sus regalos. Esta fue una etapa llena de alegrías, en la que se compensaba la practicidad del regalo paterno con el cachondeo de los amigos y el detalle de la chica. Incluso, en años buenos, se añadían algún emolumento dinetario de algún otro familiar que inmediatamente se reinvertía en comprarse uno lo que realmente quería, que normalmente no era nada de lo anterior, además de convidar a los simpáticos amigos a una cerveza en un bar, con tapa incluida, aunque siempre esteba el que prefería invitar cuando menos gente hubiera, a un café,....
Y sin darse uno cuenta, se encuentra con que su cumpleaños deja de tener importancia en comparación con otros eventos más cercanos. Ya no se busca una cochera o un bajo para reunir a los amigos, ahora es más fácil un bar con sus raciones, los amigos no se ponen de acuerdo para los regalos porque demasiado es si nos vemos, la familia sigue regalando lo que necesitas, ahora con menos atino que nunca, y de la misma opinión es la señora de cada cual, que ha dejado el romanticismo por lo útil y necesario ("sabía que te hacía falta"), incluso cayendo en la misma idea de que la ropa que te regalan es para "arreglarte" (tenemos que volver a misa).
Menos mal que, por lo menos en mi caso, seguimos manteniendo la tarta y las velas (espero), que siguen ilusionando a este inmaduro (aunque ahora es mi hijo el que las apaga), y, gracias a Dios, uno puede reflejar en su niño (pronto dos) la infantilidad de los actos que ya no le dejan hacer. Espero que el nene crezca despacio, que disfrute todo el proceso tanto como yo, y que sus padres no tengan la necesidad de regalarle nunca lo útil, aunque con la carestía del monasterio, no sé, no sé.
5 comentarios:
no tengo mas que felicitarle señor fray guillermo en el dia de su cumpleaños,y levantar mi espada para honrarle pues como buen frayle lo merece,sin ti esto no seria posible y por lo mismo te vuelvo ha felicitar,cada vez somos menos pero bueno.espero que zorrillo apague tambien mis velas durante muchos años,como el pequeño frayle,y esa pequeña rechonchilla que esta por llegar a la abadia,que por lo visto va bien servida.otros menesteres me reclaman y tengo que dejar esto pero seguire pronto.felicidades fray ,posdata:ese cafe cuando,para no perder las buenas costumbres.
No sólo un café, Don Diego, sino cualquier bebida espirituosa que sea necesaria para celebrar este aniversario, que sólo se pasa una vez, que sólo se deja una vez. A fe que estoy dispuesto (si las economías de la abadía lo permiten, que no están para muchos dispendios) a celebrar con todo aquel que conteste en el blog en un festin a recordar por luengos años, memorable, inacabable, incombustible.
Sabed, mi buen fraile, que en esta mi felicitación no va escondida intención alguno de ser invitido al agape que anunciáis, y al cual, si teneis el bien de invitarme acudiré con mucho agrado.
Esta es, o al menos eso pretendo, una felicitación de corazón. Alzo mi copa recién rellenada con el mejor vino con el que en la taberna del turco tiene a bien castigarno nuestras higadillas su deslustrado tabernero.
Tenéis el mejor de los regalos, el amor de un vastago, entiendo que tenido antes de tomar los votos. Su idolatría, que, por una orden no escrita de esta perra vida, irá menguando con los años, y que vos tendréis que aceptar, sin consentir en modo alguno que llegue a la desvergüenza. Pero todo eso habrá de contarselo en otra parte de este gran libro de aventuras que es la vida.
Beban, coman, canten, bailen mis queridos, y cada vez menos, camaradas de viaje. Y alegremonos, pues la sabiduría propia de la edad ha dado un paso más en nuestro estimado compañero.
Queden con Dios vuestras mercedes.
Ya sabéis, valeroso Capitán, que soy hombre respetuoso que no servil, sincero que no zalamero, agradecido que no adulador. Por tanto, no echo en olvido vuestros buenos deseos, que considero nacidos de la sinceridad y no de un vano deseo de compartir un convite a medio plazo (porque a corto no llegan los ahorros de nuestra alcancía, esperemos que el Consejo de Hacienda tenga a bien reembolsar los dineros injustamente tomados de nuestra comunidad), Pero todo se andará, Alatriste, todo se andará.
Mis felicidades, no es nada fácil llegar a ciertas edades y mucho más difícil hacerlo todas las facultades que aún te quedan, mi enhorabuena. También he de felicitarte por tu entrada, elaborada aunque poco alegre, como viene siendo costumbre última y lamentablemente.
Siento mi retraso querido fraile, pero mis guardias en el tercio al que me he enrolado últimamente no me dejan ni un minuto de respiro, y me temo que me espera algo peor todavía, ya que creo que nos destinan a la conquista de un pequeño pueblo de la serranía jiennense y parece que la tarea será larga y tediosa.
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